Aunque las playas dominicanas son el principal atractivo turístico y motor económico del país, su preservación enfrenta serios desafíos. La oferta de sol y playa, la pérdida de manglares, la baja puntuación internacional en servicios ecosistémicos y la llegada masiva de sargazo presionan los frágiles ecosistemas costeros.
Frente a este panorama, autoridades, sector privado y hoteleros impulsan certificaciones ambientales y medidas de manejo sostenible para mantener la calidad y atractivo de las playas.
Y no es para menos, República Dominicana, bordeada por el mar Caribe y el océano Atlántico, cuenta con más de 200 playas. Desde Bahía de las Águilas hasta playa Rincón, sus arenas blancas, cocoteros y aguas azules conforman paisajes únicos que son, al mismo tiempo, un poderoso atractivo turístico, una fuente vital para la economía y un recurso natural que merece ser protegido.
Los datos indican que el 50.5 % visitó Quisqueya por la calidad de las playas en 2024, que se tradujo en unos 4,310,529. Asimismo, el 15.3 % eligió el país por su clima, mientras que el 11.9 % por la hospitalidad, de acuerdo con el Ministerio de Turismo (Mitur) y el Banco Central (BC).
Sin embargo, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) señala que La Altagracia acoge 2,240 visitantes internacionales por kilómetro cuadrado.