El antiguo Hotel Macorix, edificación icónica frente al mar Caribe en San Pedro de Macorís, permanece cerrado desde hace años, convertido hoy en un punto de tensión entre la memoria colectiva de la ciudad y los desafíos económicos e institucionales que rodean su futuro.
La estructura, levantada en terrenos que hoy pertenecen legalmente a la Universidad Central del Este (UCE), fue durante décadas escenario de encuentros sociales, formación hotelera y actividades que marcaron la vida urbana petromacorisana.
Su cierre, sin embargo, dejó un vacío que se expresa tanto en el paisaje como en la cotidianidad de quienes viven en su entorno inmediato.
Desde la comunidad, la percepción del abandono se traduce en preocupación.
Mary Boyer, vecina del sector e integrante de la junta de vecinos, describe el estado del inmueble como: “Catastrófico… ese estado deplorable… descuido, delincuencia, droga… vandalismo”, afirma, al tiempo que señala que el deterioro se arrastra desde hace muchos años.
Recuerda que en el complejo funcionó una escuela de Hotelería y que “eso está cerrado hace años”.
Boyer vincula el deterioro con la sensación de inseguridad nocturna. Relata que al caer la tarde el ambiente cambia: “Hay que entrar corriendo y cerrar sus puertas porque es que tú no sabes quién es quién”. También menciona evidencias visibles del desorden: “Botellas rotas… basura… yo misma tengo que estar pendiente de barrer”.
Otra residente del área, Carmen Guerrero, coincide en que el principal problema es la falta de mantenimiento. “Yo lo que veo en eso ahí es que está abandonado en cuanto a la limpieza”, señala. Aunque no reporta hechos concretos de violencia, advierte que un espacio así es “un escondedero de delincuentes y de animales… ratones, ratas”.
La vecina del hotel reclama: “Aunque sea la limpieza… chapearlo, limpiarlo”.
Ambas mujeres evocan también el pasado activo del hotel. Boyer recuerda “una cosa maravillosa”, con pasadías y alojamiento para peloteros y visitantes, mientras Guerrero destaca que allí recibió entrenamiento laboral. Para ambas, la ausencia de una instalación hotelera en la ciudad sigue siendo una carencia.
No es de los Hazim
Desde la Universidad Central del Este, el rector José Hazim Torres plantea una narrativa centrada en la responsabilidad institucional y la claridad jurídica.
Explica que el Hotel Macorix no pertenece a la familia Hazim, sino a la UCE como institución sin fines de lucro, y que no existe litis ni conflicto legal alguno sobre el inmueble o el terreno.
En un recuento histórico, Hazim Torres detalla que los terrenos fueron donados a la universidad durante el gobierno de Joaquín Balaguer, pero sobre una propiedad previamente expropiada por el Estado y nunca indemnizada. Ante esa situación, explica que su abuelo debió adquirir legalmente los terrenos a los propietarios originales para evitar un desalojo.
“La universidad tuvo que asumir el costo del terreno”, señala, y agrega que la institución posee los títulos definitivos tanto del inmueble como del solar, documentos que muestra para despejar dudas.
Nunca fue sostenible
El rector señala que el cierre del hotel no obedeció a negligencia ni a falta de interés, sino a una decisión financiera compleja. “Nunca fue sostenible”, afirma, al explicar que el hotel operó durante años con déficit. En su relato, mantenerlo abierto llegó a representar una amenaza para la estabilidad de la propia universidad. “O seguíamos financiando el déficit del hotel o inyectábamos esos recursos en la universidad”, resume.
Hazim Torres habla desde la experiencia personal. Recuerda que una de sus primeras responsabilidades administrativas fue dirigir el hotel, una etapa que define como formativa pero emocionalmente exigente. “Para mí fue mi escuela… y también fue mi gran dolor de cabeza”, dice, al narrar episodios de estrés que marcaron su vida profesional.
Pese al deterioro visible, el rector sostiene que evaluaciones técnicas recientes indican que la estructura principal se mantiene en buen estado. “La jardinería es lo que más deterioro demuestra… sin embargo, las partes internas se conservan muy bien. La estructura del hotel se conserva muy bien”, afirma.
Asegura que pagan una seguridad privada y que el lugar se limpia “con cierta periodicidad”, aunque los intervalos parecen de años, a juzgar por la maleza, basura excrementos y mosquitos que arropan años de esplendor.
Sobre el porvenir, Hazim Torres insiste en que la universidad no está cerrada a ninguna alternativa. “Todas las puertas están abiertas”, asegura, ya sea mediante alianzas público-privadas, inversión privada o incluso un cambio de uso, siempre que el proyecto sea viable.
“Yo quisiera verlo mañana funcionando”, expresa, aunque aclara que cualquier decisión debe ser “sostenible en el tiempo”.
En ese punto, la mirada institucional y la comunitaria se cruzan. Mientras la rectoría habla de viabilidad, las vecinas piden acciones inmediatas.
Boyer clama: “Que se apiade de este sector”.
Guerrero, con un tono más moderado, pide al menos condiciones básicas: “Que estuviera más limpio el área”.
Entre títulos saneados, memoria urbana y números que no cerraron, el Hotel Macorís sigue esperando una definición. Una que, como coinciden comunidad y universidad, permita que el edificio deje de ser un símbolo detenido y vuelva a tener un rol activo en la vida de San Pedro de Macorís.




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